Dantesco y apocalíptico son dos términos que han corrido la misma suerte al instalarse en el subconsciente colectivo con su sentido peyorativo, olvidando que dantescas también son las maravillosas visiones del paraíso y que apocalíptico no significa otra cosa que revelación, y una revelación que acaba como un parto exitoso, con dolores como todo parto, pero dichoso.
Decía León Bloy, instalado en una pobreza material permanente, digna de un santo mártir, que cuando quería conocer las últimas noticias, leía el apocalipsis. Y es que de eso trata el último libro de la Biblia: no de la actualidad sino de las últimas noticias. Una visión de los últimos tiempos. De los novísimos, como dicen los teólogos. Mucha tinta se ha vertido sobre la significación y el sentido del librito sellado, que sólo el Cordero degollado es digno de abrir. Mucha erudición sobre su estructura y organización. Yo me quedo con la exegesis que Benjamín Benavides (trasunto del propio autor en la novela del jesuita argentino Leandro Castellani) desarrolla en sus apuntes sobre la visiones de Juan el apocaleta. Según este don Benya, la estructura del libro se ordena en cuatro septenarios (las siete iglesias, los sietes sellos, las siete trompetas y las siete copas, amén de las visiones estáticas) y cada uno corresponde a una visión progresiva en avance hacia el mismo objeto, de manera que cada vez el foco se encuentra más cerca del motivo final. Como si hiciéramos fotos a la cúpula del Vaticano (usando su mismo ejemplo) desde puntos cada vez más próximos. Conforme avanzas, hay cosas que van quedando atrás y por tanto fuera del objetivo; `por el contrario, hay otras que quedan mejor enfocadas y se perciben más en detalle. Pero el objeto de las distintas visiones siempre es el mismo: el “dies Domini” (no traducir como domingo). Así, tanto la iglesia apostólica como la martirial representadas en las dos primeras cartas pastorales a Efeso y Esmirna, quedan fuera del enfoque de la foto tomada para los siete sellos que arranca ya con el caballo blanco de la cristiandad floreciente, que “salió vencedor y para vencer”. No es mi intención profundizar en el análisis de las revelaciones dadas por Nuestro Señor Jesucristo al vidente de Patmos, sino tomarlo como pauta para hablar de las siete plagas que han asolado la tauromaquia a lo largo de su historia, que como le ocurre a la historia general, está en los últimos tiempos, que dicho sea de paso, no es lo mismo que el fin del mundo. Entre uno y otro media el controvertido milenio. En el epílogo, haré una breve mención de los pseudoprofetas anunciados por Cristo en su discurso escatológico, también llamado por algunos, apocalipsis sinóptico (Mt.24-25) y como remate dejaré abierta, para los nuevos tiempos que se avecinan, la esperanza de que también para la tauromaquia haya nuevos cielos y nueva tierra. Ya que nuestro contexto es el redondel que une cielo y tierra, invocaremos las plagas con clarines y timbales, aunque sus efectos tengan más que ver con las copas o redomas del último septenario que con las trompetas del segundo, y si hiciera falta, no me dolerán prendas en fundir los cuatro septenarios en uno con tal de aclarar los males que nos han conducido al fin. La foto-visión está tomada desde la época del Guerra, por lo tanto quedan fuera del encuadre los eones anteriores, en los que quizá estaban ya presentes, aunque de manera embrionaria o en germen, alguna de las plagas que luego se desataron. De este modo, al igual que en el caso de los siete sellos ya no salían en la foto las iglesias de Éfeso (apostólica), ni de Esmirna (martirial), en nuestra foto virtual tomada en el momento de propalarse la primera de las plagas anunciadas por los clarines del tiempo, ya no salen la edad dorada de Lagartijo y Frascuelo, ni otra anterior, a no ser como sombras arrojadas por un sol crepuscular situado a espaldas de nuestra cámara. Asome pues el pañuelo de la presidencia para que empiecen a sonar en orden los clarines del apocalipsis taurómaco: PRIMER CLARIN-PRIMERA PLAGA: La revolución industrial. Es propio de toda revolución perder pasos a salto de rana (tres ranas saltan en el apocalipsis de las bocas del dragón, del falso profeta y del anticristo) y de la industria, propio es primar el redito por encima del espíritu. Bleu lo describió perfectamente en su libro Antes y Después del Guerra: “Guerrita no se lanzó a la peligrosa aventura de matar toros impulsado por la inspiración (el espíritu)…Guerra fue un industrial hábil y frío calculador…(que) si caso hubiese creído que fabricando bolas de billar, iba a conseguir el renombre y la posición (rédito) que alcanzó en la arena de los circos, seguramente no hubiera existido en la historia de la tauromaquia”. Para entender el sentido completo del argumento hay que advertir que previamente Bleu había dicho de Guerra que era probablemente el diestro mejor dotado y con mayores facultades para el toreo de la historia. Dicho lo cual y conocidas las pérdidas que trajo este salto de rana, no sé si debemos alegrarnos de que el señor Rafael hubiese sido concebido en el seno materno con tan maravillosas dotes para la tauromaquia o si por el contrario, le hubiera sido más benéfico al arte de Cuchares, que el genio cordobés hubiera recibido en su concepción dones maravillosos para las carambolas de billar. Otra consecuencia perniciosa de la revolución industrial es la mecanización y la seriación, imprescindible para aumentar beneficios, aunque ello implique la desacralización del trabajo, que pasa de fuente santificadora, a pozo de condenación. Mecanización y seriación que habría de ser aplicada progresivamente tanto a toros como a toreros. Debo aquí hacer una advertencia que servirá para el resto de plagas. Los trastornos que anuncian los clarines para cada época, no implican su inmediata propalación ni tampoco que antes no se conocieran casos de contagio. No quiero decir en ningún momento que todos los toreros anteriores al Guerra rechazaran por sistema la recompensa pecuniaria de sus sudores y fatigas, ni que incluso alguno de ellos le tuviera más afición a los reales que a los toros. No es eso. Lo que marca cada uno de los clarines es el momento a partir del cual, el mal adquiere carácter de plaga mortífera y el hecho de que lo que antes era mal visto, sea después motivo de reconocimiento y gloria. SEGUNDO CLARIN-SEGUNDA PLAGA: La reforma sin contrareforma. Si la primera plaga parte de las facultades excelsas de un torero, la segunda plaga será consecuencia de las carencias de otro. Así como la impotencia de Lutero para controlar sus bajos instintos le llevo a apelar a la “sola gracia” para asegurar la salvación que sus malas obras y conciencia le cerraban, así la impotencia física de Belmonte para observar y cumplir el dogma eterno de la tauromaquia, le llevó a transgredir el magisterio de Hillo y Paquiro y deformarlo para acomodarlo a sus carencias, y con ello, dice el vidente, arrastró con su cola a un tercio de las estrellas al abismo de la herejía. Una vez violentado el dogma y entregadas todas las suertes al libre examen, cada torero podía convertirse en secta separada y autoproclamarse pastor de pestilencias. Como un sarmiento separado de la cepa, que no sirve sino para el fuego. Lamentablemente, Joselito el Gallo que estaba llamado a ser luz de Trento y martillo de herejes, fue contratado prematuramente para la plaza del cielo y la tierra se quedó sin contrareforma. Quizá Dios quiso preservarlo de la corrupción por temor a que pudiera ser contagiado y librar así de mancha su recuerdo. Sin embargo, dejó como testigo de la eternidad a su hermano, el divino calvo, con potestad “de cerrar el cielo para que la lluvia no caiga los días de su ministerio profético” (Apoc. 11, 6). TERCER CLARIN-TERCERA PLAGA: La imposición del peto. Las dos plagas anteriores suponen detrimento del toro en favor de la figura torera, ya que el toro debe acomodarse a la producción en cadena (mecanización y seriación) y a la interpretación libre del predicador herético (reforma belmontina). Ya no interesa matar los mejores toros sino cuantos más mejor y de la manera más segura. Y para ello es mejor empezar por lo que está primero, que es el primer tercio. La excusa (el diablo siempre presenta el mal con aspecto de bien) es la defensa del caballo. Pero la verdad que se esconde bajo la falsa filantropía proequina, es el agravio al toro para alivio de toreros. Lo cierto es que la corrupción que había experimentado en las últimas décadas la suerte de picar, dotaba de argumentos a las delicadas sensibilidades que aseguraban sentirse heridas por la sangre de los equinos (como si la de los bovidos no fuera también sangre). Quedaban ya muy lejos los tiempos en que el picador era un verdadero jinete que defendía su montura por encima de su propia vida. Lejos los tiempos en que un caballo de picar duraba temporadas enteras. ¡Qué diferencia aquellos caballos de lujo y oro con esotros que olían a cadáver nada más pisar el albero! Esta tercera plaga ha sido una de las que más han transformado la estructura y la forma litúrgica de la lidia, empobreciéndola proporcionalmente al tamaño del apósito. No sabemos los nombres propios que, en la sombra, propiciaron esta plaga (aunque no es difícil de imaginar si echamos una vista al escalafón de mandamases de la época) y en los manuales de historia se despacha el asunto achacándole la responsabilidad al dictador de turno, en este caso Primo de Rivera, que sancionó la reforma. ¡Qué bueno es tener un dictador en el pasado para echarle las culpas de todo! ¡Qué sería de los progres sin ellos! CUARTO CLARIN-CUARTA PLAGA: El estoque simulado. Con la implantación del súper capote para caballos, el peto, el capote torero pierde sitio, protagonismo y minutos en favor de la muleta. Y esto es matemática pura, física aplicada y lógica aplastante. Planteemos un examen de reválida alrededor de este problema para clarificar el asunto: Parte Matemática: 1º.- si Jaimito tiene una media de veinticinco minutos para matar al toro y le cuesta ahormarlo en el primer tercio una media de quince y reavivarlo en el segundo siete, ¿cuántos minutos le restan para darle matarile? 2º.- y si le costará sólo cinco minutos ahormarlo en el primer tercio manteniendo los siete del segundo, ¿cuántos minutos le quedarían para acometer la suerte suprema? Parte de Física Aplicada: Si Jaimito usa un estoque que pesa diez veces más de lo que pesa uno simulado y lo lleva encima durante la faena de muleta, ¿Cuánto esfuerzo de más le supondrá a Jaimito en el segundo supuesto del problema anterior con respecto al primer supuesto? Y si en lugar de acero, fuera de aluminio, calcular la merma de desgaste energético que supondría para el diestro. Parte Lógica: Decir cuál de estas proposiciones es falsa y cual verdadera: 1º Como el estoque de Jaimito es muy liviano, Jaimito es feliz dando pase tras pase y venga pases y más pases sin que le duela el brazo. 2º Como el estoque antiguo que tiene Jaimito es muy pesado, prefiere acortar la duración de los primeros tercios para tener más tiempo el estoque en la mano. 3º. Si puedo llevar muleta y estoque liviano en la misma mano porque entre los dos pesan menos que el estoque de acero y además el estoque simulado me agiganta la muleta, el mérito y el peligro son menores. 4º. Con el estoque simulado acoplado a la muleta para su extensión, me encanta torear al natural y me olvido de los derechazos. (Respuestas: V; F; V; F) Efectos de la plaga: menos caballo, menos capote y muuuuuuucha muleta. El estoque simulado se introdujo con la excusa de la muñeca rota de Manolete, y de golpe y plumazo todos los toreros se convirtieron en manirrotos, salvo alguna excepción para confirmar la regla. El portar un arma simulada es todo un manifiesto de intenciones: si por mi fuera –le dice el diestro al cornúpeta- nos ahorraríamos este mal trago “ambedue”. En el aspecto litúrgico ésta, en apariencia inocente reforma, causa un trastorno brutal puesto que la suerte suprema deja de ser la diana hacia la cual se orientaba la flecha de la lidia, y se convierte en piedra de tropiezo y prueba sorpresa al final del triatlón. Un desenlace extraño y sin sentido, un añadido apócrifo al nudo de la tragicomedia previa. Digo sorpresa porque la mayoría de las veces no sabe uno por donde va a ir la espada ni el espadachín. INFLEXION:
Y vi y oí la voz de un águila volando por la mitad del cielo y diciendo con grande voz: ay, ay, de los habitantes la tierra a voz tres Ángeles que restan por clarinear (Apoc. 8, 13)
Así como todos los septenarios se dividen sistemáticamente en un primer cuarteto y un terceto final, nuestros siete clarines con sus plagas no podían ser menos. Mientras las cuatro primeras plagas son propias y específicas del mundo taurómaco, las tres últimas son externas y afectan a la tauromaquia en la misma medida que afectan a cualquier otra manifestación humana. Son por lo mismo incontrolables y más devastadoras y hasta diría irreversibles por medios humanos, aunque para Dios nada hay imposible. QUINTO CLARIN-QUINTA PLAGA: El fin de la autarquía En esta plaga concurren las fuerzas disolventes internacionales y extranjerizantes y la perdida de la identidad nacional. Dos signos de elección tiene el pueblo español que privados de ellos nos convierte en cualquier otra cosa (todo me recuerda a usted menos usted que dijo Groucho) que ya no es España: el catolicismo y la tauromaquia, o en palabras del poeta: “el amor…a la sangre de los toros y el humo de los altares”. Si España deja de ser católica, dejará de ser España. De hecho mucho me temo que ya haya dejado de serlo. Ambas cosas digo: católica y España. Si España deja de sentir atracción por el combate entre hombre y toro, dejará también de ser España. Con el mismo sentir de Groucho Marx, alguna de nuestras provincias de ultramar me recuerda más a España que la propia España. Lo mismo podría decir del mediodía francés en lo taurómaco que no en la fe, que en esto último, son campeones de apostasía. ¡Francia!, la que antaño fue llamada: “la hija mayor de la Iglesia”. Todo este proceso de disolución nacional arranca del fin de la autarquía y el ingreso en la ONU, sociedad internacional masónica, que irá empeorando progresivamente con el ingreso en la OTAN, herramienta del sionismo internacional y la CEE (ese “mare nostrum” que es el morir, a donde van los ríos, que son nuestras naciones, “derechos a se acabar e consumir”) hasta convertirnos en una más de las que fornica con la gran ramera, “y se embriaga con el vino de su fornicación” (Apoc. 17, 1-2) Expertos en difamar lo propio y exaltar lo ajeno, adoptamos todos los vicios ajenos y abandonamos todas las virtudes patrias y hasta el mayo del 68 se coló en nuestros ruedos en forma de rana saltarina que según la visión de san juan (Apoc. 16, 14) “son espíritus malignos que hacen prodigios que se dirigen hacia los reyes de todo el orbe habitado para juntarlos”. ¿Cuánto prodigio hemos contemplado desde entonces? SEXTO CLARIN-SEXTA PLAGA: La Televisión. El problema de este otro prodigio, no es que sea tonta, sino que es muy lista. Y cuánto más lista, nosotros más tontos. ¿Qué les podría contar de la tele que no supieran? En el planeta de los toros bastaría con que fuese muda para evitar muchos daños. Ningún otro medio como la tele (con permiso de las novísimas redes sociales) ha contribuido tanto y tan rápido, a propalar la mentira y el fraude, y a entronizar el error en la sede de la verdad, es decir “la abominación de la desolación en el lugar santo”. Podríamos compararla a la bestia surgida del mar “que tenía siete cabezas y diez cuernos y diez diademas sobre los cuernos y nombres blasfemos sobre las cabezas”. (Apoc. 13, 1) SEPTIMO CLARIN-SEPTIMA PLAGA: La Demogresca. Al fin, el viejo sueño de Gramsci, se hizo realidad. El cambio de conciencia del occidente se ha consumado, dando lugar a una sociedad que es, capitalista en su estructura económica, y marxista en sus ideales filosóficos. Ambos (capitalismo y marxismo) de origen talmúdico. El sistema político que estructura esta sociedad terminal es la demogresca, que deroga derechos naturales y libera los vicios. Le llamamos demogresca porque no podemos llamar democracia a lo que no es poder del pueblo sino esclavitud del pueblo. Lo que Hilarie Belloc denominó “Nuevo Estado Servil” Este cambio de mentalidad gramsciano que moldea las conciencias, se materializa en el pensamiento único actual cuyas columnas son el laicismo y la ideología de género, y en el que no hay cabida para un espectáculo como la tauromaquia, a no ser que sea vaciada de toda trascendencia y virilidad. Para el materialista, la muerte es un fracaso y odia cualquier representación de la misma. La mochila del progre liberal (a izquierda y derecha) es muy pesada: aborto, sexo libre, libertad de prensa, paridad, feminismo, laicismo, ecologismo, animalismo, y otro ismo y más ismos y venga ismos…Vale Y Bien, una vez presentadas las siete plagas de la tauromaquia, recordemos las palabras proféticas del propio Jesucristo: “Entonces si alguno dijere: Aquí está el Mesías, no le creáis, porque se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si fuera posible, incluso a los mismos elegidos” PSEUDOPROFETAS DE LOS ULTIMOS TIEMPOS: Morante y José Tomás. En esta situación de desamparo, el pueblo fiel ansía la aparición de una figura que restaure la prístina grandeza de la fiesta y se lanza detrás de cualquiera que obra prodigios. ¿Cómo reconocer a un falso profeta os preguntaréis? Tampoco dejó esta cuestión sin respuesta el verdadero Mesías: “por sus obras los conoceréis”. ¿Y cuales son las obras de estos dos falsos profetas?: el tremendismo (afectación del valor) sin lo tremendo (un toro de verdad) en el caso de José Tomás, y el enterrar cobardemente los grandes talentos con los que ha sido privilegiado bajo un manto de excentricidad y pose de torero artista en el caso de Morante. No hay espacio para más. Tan sólo para la gran esperanza: “Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo del lado de Dios, ataviada como una esposa engalanada para su esposo. Oí una voz grande que del trono decía: He aquí el tabernáculo de Dios entre los hombres, y erigirá su tabernáculo entre ellos, y serán su pueblo y el mismo Dios será con ellos, y enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo está ya pasado. Y dijo el que estaba sentado en el trono: HE AQUÍ QUE HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS”.